El altar, el micrófono, ese silencio reverencial impregnado del olor a incienso, santidad y agua bendita… No solo me sentía poderoso… sino el mismísimo Dios. Como él, tenía a todos los presentes cogidos de los huevos gracias al misterio de unas “escrituras” que yo tampoco había escrito.
+1
Enviada por erdigan hace 8 años
No se ha encontrado imágenes sobre esta frase de Juan Luis Marín.