Cogí una de las últimas latas de cerveza y salí al porche. La noche era fresca y agradable. Después de todo lo que había llovido, el olor a bosque mojado floreció de nuevo mis abriles perdidos. Una encargada de almacén que tuve en Sioux Falls solía repetir que hasta el infierno puede ser el mejor de los lugares si se está con la gente que amamos.
Silenciosas, comenzaron a desfilar en la socavada calle de mi memoria todas y cada una de las personas que marcaron de algún modo mi vida. Vestían sus mejores galas, como si acudieran a una fiesta. Acaso, a mi funeral mental.
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Enviada por Zelda hace 7 años
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