Cerré los ojos obligándome a recordar su sonrisa de medio lado. Y no a sus ojos vacíos. En mi mente reproducía su risa burlona. No el gorgoteo, a los jadeos que había hecho antes de morir. Recordé su calor en los toques accidentales y los golpes juguetones, sabiendo que su cuerpo se pudría incluso mientras me aferraba a los recuerdos.
—Gracias —tartamudeé, diciéndome que en algún lugar cercano, él podría escuchar mi voz—. Salvaste mi vida. Nunca te olvidaré, ese será mi juramente para ti. Nunca —le prometí.
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Enviada hace 7 años
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