Al final, siempre ocurre lo mismo: la vida nos ahoga con las palabras que no pronunciamos en su momento. Las evitamos, nos las tragamos, creyendo que así estamos salvándonos de una gran caída, pero no sabemos que tarde o temprano tendremos que saltar ese precipicio y que, para entonces, la distancia hasta el suelo será mucho más elevada. Y la caída, mortal.
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Enviada por noelia_turista hace 7 años
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