En estos momentos no me tienta el buenismo, sino el malismo. Quizá, producto también del encierro, una se siente menos propensa a perdonar, y más a enseñar los dientes. Porque la reclusión está produciendo efectos perversos, que no tardaremos en ver. Y que generará sus propias catástrofes. Domésticas, íntimas, privadas... luego, sociales.
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Enviada por Anny hace 4 años
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