Un político puede ser incompetente a todas luces, excepto por la percepción que de él tengan sus fieles partidarios, que negarán lo evidente con tal de reforzar su fe secuaz, sus creencias ideológico-religiosas. A pesar de que cometan grandes desmanes, los fanáticos y entusiastas aplaudirán siempre a sus líderes. No aceptarán jamás que sus guías han cometido errores. Por eso, pese a su manifiesta incompetencia, muchos líderes del mundo —que después la historia ha juzgado por su crueldad, su brutalidad o su imbecilidad—, siguen teniendo legiones que los defienden.
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Enviada por Anny hace 4 años
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