De cada tres tipos que se me acercan, dos están completamente locos, pensó ella, que se consideraba una mujer de poca suerte. No atinaba a explicarse por qué. No era fea, había estudiado dos años en una universidad y su familia no tenía ninguna tara apreciable. En alguna parte había leído que los seres humanos emiten, igual que los animales un efluvio químico, aparentemente imperceptible, pero que actúa como poderoso influjo de atracción o de rechazo. Con seguridad, el suyo atraía a los locos.
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Enviada por Margarita hace 9 años
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