Estaba claro que enseguida le hablaría de ella al marido, le diría lo curioso de encontrársela allí, a la anoréxica de la clase, a la coja, con la que ella, por cierto, nunca se había juntado. Pero no le contaría lo del caramelo, la fiesta y demás. Y Alice sonrió pensando que quizá aquélla sería la primera media verdad de los esposos, la primera de las pequeñas grietas que se crean entre dos personas, por las que tarde o temprano la vida introduce su ganzúa y hace palanca.
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Enviada hace 9 años
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