Del abrazo que va culminando la entrega surgen resquebrajaduras que yo percibo como insistentes recelos y en esa contradicción del deseo y del rechazo siento que mi ardor se extingue y hay un momento extremo en el que ya no sé a dónde asirme, como si el cuerpo que me pertenece no soportara ya ni la mínima caricia, ni el menor contacto.
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Enviada por Benjamín hace 9 años
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