Al despedirnos, nos abrazamos (…) nos dimos “nuestro más sincero pésame”. Los dos lloramos, porque nos conmovían las lágrimas del otro. Fue como un entierro, como si hubiéramos perdido un pariente común. ¡Y lo perdimos! Sólo que lo conocíamos por distintos nombres. Para Pamela se llamaba confianza, para mí, ilusión.
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Enviada por Constancio hace 9 años
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