¿Cómo acallar ese pandemonio en el que incluso las palabras se tambalean, en el que ser y parecer llegaban a suplantarse, en el que la diferencia -como perpetuo desplazamiento del significado, como evidencia de que la palabra plena ni ha existido ni existirá jamás, de modo que el anhelo de un signo que fuera plenamente descriptivo, o el de un lenguaje que se adecuara sin fisuras a la realidad, se revela un sueño imposible- constituía la norma?
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Enviada por Nadir hace 9 años
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