Se mordió el labio y le suplicó a quienquiera que pudiera estar escuchándole que se abriera la tierra y lo tragara de inmediato o, de no ser ello posible, que le diera en ese momento un fulminante, piadoso e irreparable infarto. No hubo suerte. Él se quedó en el mundo de los vivos.
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Enviada por Úrsula hace 9 años
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