Cuando se espera, el tiempo pasa solo, sin que haya que empujarlo, pero, en cambio, cuando se trabaja, cada minuto nos atraviesa fatigosamente y debe ser expulsado laboriosamente. Siempre estamos contentos de esperar, somos capaces de esperar durante horas con la completa y obtusa inercia de las arañas en las viejas telas.
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Enviada hace 9 años
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