Ningún escultor, ningún pintor, ni Miguel Ángel, ni Dante, me habían hecho sentir nunca tan angustiosamente el gesto de la extrema desesperación, de la extrema miseria de este mundo, como aquel hombre, vivo aún, que se dejaba azotar por los elementos, demasiado abatido, demasiado destrozado para intentar un solo movimiento y guarecerse de ellos.
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Enviada por Nerea hace 9 años
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