Saltándose varias etapas lógicas, empieza a fantasear sobre una posible vida conyugal con Irene Sammartino. Se la imagina como una mujer que arrastra tras de sí un sinfín de papeles, que llena el espacio de revistas y montones de folios y amontona la ropa en el sofá. Egitto no se enfada, no demasiado, la observa a través de las rendijas de ese desorden. Se pierde en el análisis de sus virtudes y defectos anatómicos, igual que cuando estaban juntos, como si la atracción pudiese decidirse así, de manera abstracta, a partir de una tabla de dos columnas.
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Enviada por Yaiza hace 9 años
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