En las calles se veía la indigencia de las pobres y humildes gentes de Sevilla: los niños descamisados y descalzos bajo el frío, las abuelas vendedoras de huevos fritos que se resguardaban en las esquinas, los pícaros hambrientos comidos a su vez por las pulgas, los padres sin trabajo ni pan para sus hijos que caminaban sin rumbo enseñando los dedos a través del cuero roto de las botas... Esa era la España real, la verdadera, la que no recibía ni un maravedí de las inmensas riquezas del nuevo mundo.
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Enviada por Bárbara hace 9 años
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