Cuando alguien a quien quieres muere, el mundo no se detiene, pero se reconfigura a tu alrededor como si el eje del planeta se hubiese torcido un poco, de un modo imperceptible para los demás y que, sin embargo, a ti te dota de una clarividencia que te permite percibir aspectos de la realidad que nunca imaginaste, transformándote de pronto de espectador a tramoyista, concediéndote el dudoso honor de ver la obra desde la parte oculta del escenario, la parte reservada a los que no participan. Ahí están los hilos, los nudos y las andas que mueven el decorado, y descubres de pronto que desde cerca se percibe irreal, polvoriento y gris. El maquillaje de los actores es exagerado, y sus voces forzadas están dirigidas por un apuntador aburrido que recita una obra en la que ya no tienes un papel.
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Enviada por Olga hace 9 años
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