El dolor llega, te seduce, juega contigo, lo haces tuyo al punto que te acostumbras a él y empiezas a creer que así es la vida. Cuando sientes ese peso en el corazón, la mayoría de las veces los parámetros del dolor o del alivio se distorsionan por completo, y es muy fácil quedarte clavado en lo que estás acostumbrado, el dolor. Perdemos la memoria y nos olvidamos de los momentos serenos donde todo es liviano y la gravedad es una aliada. Está bien sentirse herido, es algo humano. Hay que sentir, pero no puedes aferrarte a la tristeza, el desconsuelo o la amargura porque acabarán contigo.
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Enviada por Nuria hace 9 años
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