Hace quince años, estaba tranquilamente en el tren de la vida, cómodo, con mis seres queridos, con las cosas que conocía. Y, de repente, Andrea me sacudió, le dio la vuelta a los bolsilllos, cambió las cerraduras de las puertas. Todo se volvió confuso. No hicieron falta muchas palabras:
– Probablemente su hijo sea autista.
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Enviada por Gabriela hace 9 años
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