No fue posible para nosotros ni quisimos convertirnos en islas, los justos (i giusti) entre nosotros, ni más ni menos numerosos que en cualquier otro grupo humano, sentíamos remordimiento, vergüenza y dolor por las fechorías que los otros y no ellos habían cometido, y en las que se sentían implicados, por la sensación de que lo que había sucedido a su alrededor y en su presencia, y en ellos, era irrevocable. Nunca más podría eso ser limpiado, y se demostraría que el hombre, la especie humana - nosotros, en definitiva - tenía el potencial para construir una enormidad de dolor, y que el dolor es la única fuerza creada desde la nada, sin costo y sin esfuerzo. Es suficiente como para no ver, para no escuchar, para no actuar.
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Enviada hace 9 años
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