Y, en vez de comportarme como el hombre que debería habitar en mí, me he quedado en el corredor suplicando a Dios por la vida de mi mujer. (…) lo cual me ha ratificado que, además de quedarme agarrotado ante las situaciones que me rebasan, tiendo a alejarme de ellas de un modo absolutamente inconsciente.
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Enviada por Tomás hace 9 años
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