Pero en aquella cafetería había hombres y mujeres, casi todos en la treintena, agradablemente vestidos, de aspecto pacífico y actitud correcta, que charlaban entre ellos o disfrutaban de un café en solitario sin dar la lúgubre impresión de ser víctimas de la incomunicación y el aislamiento: no estaban solos, sino consigo mismos, y esa visión era amable y esperanzadora, porque enviaba señales de la existencia de una vida bien armada como la que a Mario Menkell le hubiese gustado vivir.
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Enviada por Higinio hace 9 años
No se ha encontrado imágenes sobre esta frase de La importancia de las cosas – Marta Rivera de la Cruz.