Algunos de ellos, al levantar la cabeza en el momento en el que pasaban los reclusos en dirección a la entrada principal, vio movimientos extraños, pero hicieron como si no pasase nada. Al fin y al cabo la mayoría de los que estaban de guardia ese día seguían siendo aquellos chavales que habían jugado juntos en las mismas plazas que los evadidos, nacido en los mismos pueblos, compartido amigos e incluso familias. El pertenecer a uno u otro bando, en muchos casos de reemplazo, sólo fue cuestión de puro azar.
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Enviada por Berta hace 9 años
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