Pero el miedo no se vence a voluntad, ni siquiera cuando tratamos de convencernos de que no hay otro camino que quererlo para poder romper las cadenas que nos atan a nuestros propios fantasmas. Y Dafne no tenía la más mínima esperanza en que ella pudiera liberarse de los suyos, por mucho que lo quisiera. Es más, ni siquiera sabía si lo quería de verdad. Sus miedos eran suyos. Y con ellos había que quererla.
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Enviada por Vilma hace 9 años
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