Una defensiva cautela se había apoderado de su expresión. Observaba el café desconocido y decididamente moderno. Aparté la vista, miré mis manos, la mesa, jugué con la cremallera de mi bolso, hice lo posible por ignorarla. En los últimos tiempos ese gesto desconcertado es más frecuente, porque mi madre está envejeciendo, porque yo misma estoy envejeciendo o tal vez porque el mundo de hoy es realmente vertiginoso. Mi reacción me alarma, porque ante la debilidad de mi madre debería ser más piadosa, más afectuosa con ella, pero no lo soy. Representa un desgarrón en el tejido de la normalidad, y me asusta porque indica que todo puede volverse desagradable, irreconocible.
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Enviada por Ventura hace 9 años
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