Estaban bailando, bailando de verdad, como en una película, con las manos entrelazadas, y los zapatos se deslizaban y mamá daba vueltas bajo el brazo de papá. Las mejillas de mamá estaban sonrosadas y sus risos parecían más sueltos de lo normal, el tirante del vestido color perla había resbalado un poco por un hombro, y Laurel, a sus nueve años, supo que nunca volvería a ver a nadie tan hermoso aunque viviese cien años.
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Enviada por Nadir hace 9 años
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