Impresionismo moderno. A él nunca le había hecho mucha gracia. Día a día, con regularidad, se sorprendía parándose a mirar los borrones de nada que recubrían las paredes de los pasillos de la oficina. Manchones y líneas arañadas en el lienzo que alguien consideraba algo y que podían colgarse sin problema boca abajo o al revés sin que nadie se diera cuenta. También pensaba en el dinero que se había invertido en ellos… y después los comparaba con los dibujos que cubrían la puerta del frigorífico de su casa, arte doméstico firmado por su hija, Lucy. Y cuando movía la cabeza de un lado al otro, como hacía ahora con Alison, sabía que en alguna parte había una maestra preescolar con millones de euros en los bolsillos mientras niños de cuatro años con pintura en las manos, la lengua fuera con aire de concentración, recibían ositos de goma en lugar de un porcentaje de la recaudación.
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Enviada por Viviana hace 9 años
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