La miré y ella me miró a mí. Tímida le sonreí y su rostro pareció contraerse de dolor. De pronto, noté que llevaba un pequeño ramo de azahares prendido a su vestido tan sencillo como el mío. Y entonces me di cuenta de que esa pobre criatura mirándome desde el fondo del espejo era yo misma.
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Enviada por Natalia hace 9 años
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