Todo se había hecho pedazos. Que los objetos siguieran allí -las paredes, las sillas, los dibujos de los niños en las paredes- no significaba nada. Cada átomo de todo aquello había estallado para reconstituirse en un instante, y su permanencia y solidez aparentes en realidad eran risibles; se disolvería todo con solo tocarlo, porque de pronto todo se había vuelto fino y desmenuzable como el papel de seda.
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Enviada por Celestina hace 9 años
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