A la gente le encanta hablar y yo nunca he sido muy hablador. Mantengo un monólogo interno, pero las palabras a menudo no llegan a mis labios. Puede que piense: “Hoy estás muy guapa” pero por algún motivo no se me ocurre decirlo en voz alta. Mi madre hablaba, mi hermaba hablaba; yo había sido educado para escuchar. Así pues, quedarme sentado en el sofá completamente a solas, sin tener que hablar con nadie, era como un placer decadente.
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Enviada por Vladimir hace 9 años
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