Pertenecíamos a razas diferentes, profesábamos religiones extrañas para él, habíamos nacido en países distantes y dispares y, lo más importante, tanto Carlos como yo, habíamos sido educados en un mundo que Kuaima ni siquiera sabía que existiera. ¿Qué podía ser lo que había unido a tres hombres tan distintos? Quizá algo alojado en lo más profundo del ser humano; tan profundo que había permanecido intacto al paso de todas las civilizaciones y culturas, inalterable al tiempo y al currículum de un hombre.
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Enviada por Valkiria hace 9 años
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