Melchor no le hizo caso. El desparpajo de la mujer le agradó. Y tenía unos pechos generosos, pensó al tiempo que los miraba sin recato.
—¿Y tú eres el que hablas de respeto? —le recriminó ella ante su desvergüenza. Sin embargo, la sonrisa que se esbozó en sus labios no acompañaba a sus palabras. —¿Qué más respeto que admirar lo que Dios nos ofrece?
—¿Dios? —replicó la mujer entornando los ojos hacia sus pechos—. Esto solo lo ofrezco yo, Dios no tiene nada que ver. Míos son y hago lo que quiero con ellos.
0
Enviada por David hace 9 años
No se ha encontrado imágenes sobre esta frase de Ildefonso Falcones.