Pena y pérdida son probablemente las criaturas más temibles que existen. Pueden enseñarnos a preocuparnos por el futuro, a cuestionar la longevidad de la satisfacción y demostrar la incapacidad de disfrutar de la felicidad cuando la tenemos. Pero la pérdida no debería ser una criatura a la que temer. Debería ser una criatura de prudencia. Debería enseñarnos ese mañana que podría no llegar y a vivir de manera plena como si las horas se estuvieran fundiendo como segundos. La pérdida debería enseñarnos a apreciar a los que queremos, a no hacer nunca algo de lo que luego arrepentirnos y a vitorear el mañana con todas sus promesas de grandeza.
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Enviada por Gabriela hace 9 años
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