Puesto que el hombre verdadero no puede ser dañado ni en la vida ni en la muerte, no hay razón para preocuparse por lo que pueda acontecerle a nadie. Tomando por igual tanto el placer como el dolor, la ganancia y la pérdida, la victoria y la derrota, apréstate a la batalla.
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Enviada por Kirlian hace 9 años
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