El odio se gana tanto con las buenas acciones como con las malas. Un príncipe, para conservar el poder, es a menudo obligado a ser perverso, porque cuando el grupo (ya sea pueblo, soldados o nobles) del que juzga necesario para mantenerse, está corrompido, es conveniente seguir su capricho para satisfacerlo, pues las buenas acciones serían tus enemigas.
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Enviada por Celestina hace 9 años
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