Al llegar al otro lado, nos dirigimos hacia el saliente del espolón, y debo confesar que experimenté una insoportable sensación de terror al asomarme desde aquella vertiginosa cornisa a las oscuras profundidades de abajo… de las que se elevaba el tronar de la catarata y el sudario de agua pulvurenta. Al llegar a las ruinas, trepamos cautelosamente a su alrededor, y en el extremo más alejado nos tropezamos con un montón de piedras y bloques desprendidos.
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Enviada por Carina hace 9 años
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