Diseminadas aquí y allá, aparecían advertencias amonestadoras, protestas contra el peligro, ruegos de las autoridades. No había manera de adquirir una certidumbre. Sin embargo, el solitario creía tener cierto derecho para compartir el secreto, encontrando una satisfacción extraña en dirigir preguntas a quienes estaban enterados y obligando a mentir descaradamente a quienes debían guardar el secreto.
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Enviada por Francis hace 9 años
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