La saliva le recorrió el pecho, le destrozó el cuello y siguió subiendo hasta la cabeza que se deformó completamente: la boca se hundió hacia dentro y volaron dientes y trozos de labio la nariz desapareció cercenada por un agujero atroz del que brotó un obsceno chorro, y los ojos bellamente redondeados, que una vez enamoraron al que más tarde sería padre de sus hijos, se perdieron en medio de una masa de carne y pestañas.
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Enviada por Margarida hace 8 años
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