No, no pudo querer eso; no pudo querer que entre él, entre su hombre, entre el padre de sus hijos y yo se interpusiese su sombra... No pudo querer eso. Porque cuando él estuviese a mi lado, arrimado a mí, carne a carne, ¿quién me dice que no estuviese pensando en ella? Yo no sería sino el recuerdo... ¡algo peor que el recuerdo de la otra!... No, lo que me pidió es que impida que sus hijos tengan madrastra. ¡Y lo impediré! Y casándome con Ramiro, entregándole mi cuerpo, y no sólo mi alma, no lo impediría... Porque entonces sí que sería madrastra. Y más si llegaba a darle hijos de mi carne y de mi sangre...
Y esto de darme los hijos de la carne hacía palpitar de sagrado terror el tuétano de los huesos del alma de Gertrudis.
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Enviada por Dina hace 9 años
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