Insisto: yo no quería amarte.
Pero ese día caía la lluvia de abajo para arriba, debe ser un presagio, me dije, y comencé a mirarte.
Me repito: yo no quería amarte, pero tus manos trémulas ocultaron su piel bajo los músculos y rozaron mis labios, y comencé a tocarte.
Reitero: yo no quería amarte, pero tu voz volvía de tu pecho a tu pecho, las palabras querían alcanzar dimensiones del aire y no podían, debe ser un oscuro designio misterioso, me dije, y comencé a escucharte.
Y amé tu voz, tus manos, tu mirada, tu voz...
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Enviada por Ida hace 9 años
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