Así que Dean no pudo venir con nosotros y lo único que pude decirle fue adiós con la mano. Enfundado en el apolillado abrigo que había traído especialmente para las gélidas temperaturas del Este, se alejó caminando sólo, y mi última visión suya fue cuando dobló la esquina de la Séptima Avenida, mirando hacia delante, y lanzado de nuevo a la acción. Y seguimos hacia aquel triste y repugnante concierto al que no me apetecía nada ir y todo el tiempo estuve pensando en Dean y en como se subiría al tren y recorrería una vez mas cinco mil kilómetros sobre este terrible país y nunca llegué a saber por qué se había presentado en Nueva York, excepto para verme.
+1
Enviada por Francis hace 9 años
No se ha encontrado imágenes sobre esta frase de Jack Kerouac.