Doña Amalia parecía tristemente feliz, una de esas personas que, a pesar de sus esfuerzos, no pueden disimular que algo les sucede. De esas caras radiantes capaces de sonreír en el día más nublado de la historia, pero que tienen una mirada perdida, ausente, que no acompaña al resto del rostro, como si los ojos se rebelaran contra las falsas apariencias que intentan dar la nariz y la boca.
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Enviada por Berta hace 9 años
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