Con el cañón de un fusil a su espalda, Allan se quitó la gorra y dio las gracias a los tres comunistas muertos por su grata compañía en la travesía del Himalaya. Desde luego, nunca se acostumbraría a que los amigos que hacía, siempre acabaran muriendo ante sus ojos.
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Enviada por Elena hace 9 años
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