Pero el placer, sea el que sea, no incluye la felicidad, aunque sí viceversa. La Felicidad no es la alegría, ni la risa común, ni la mutua satisfacción, ni siquiera el amor, a veces es lo menos programable que existe; posee más de rapto y de entusiasmo que de comprobación; se trata de una dádiva, no de una consecuencia. Es un transtorno transitorio, un tramo adolescente que puede darse en plena madurez. Es una participación repentina, no imperecedera, del ser entero, físico y espiritual. No consiste en cumplir los ideales de nuestra juventud, ni en una creación gozosa y exultante a la que raramente el cuerpo acompaña. Es una sensación palmaria y flagrante como la vida misma.
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Enviada por Higinio hace 9 años
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