Y fue un domingo cuando después de habernos emborrachado le prendimos fuego a la casa. Esa tarde ardieron nuestros mejores días, nuestros sueños más profundos. También quemamos algunos cucos que habíamos conquistado. Todo. cigarrillos, botellas, poemas imbéciles, tornillos, las fotos que nos habíamos tomado y los estatutos del club. En efecto, cumplimos con la única cláusula del reglamento que decía que si no podíamos detener el paso de los días debíamos mandar todo a la mierda, al cielo, al fuego.
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Enviada por Dina hace 9 años
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