Poirot era un hombrecito de aspecto extraordinario. Apenas medía más de cinco pies, cuatro pulgadas, pero se comportaba con gran dignidad. Su cabeza tenía exactamente la forma de un huevo, y siempre inclinada un poco a un lado. Su bigote era muy rígido y militar. La pulcritud de su atuendo era casi increíble. Creo que una mota de polvo le habría causado más dolor que una herida de bala. Sin embargo, este pequeño y pintoresco hombre que, yo estaba triste de ver, ahora cojeando mal, había sido en su tiempo uno de los miembros más célebres de la policía belga. Como detective, su estilo había sido extraordinario, y había logrado triunfos por desentrañar algunos de los casos más desconcertantes del día.
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Enviada por Berta hace 8 años
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