Estas observaciones no las hacía por vanidad, ya que nos conocíamos demasiado íntimamente para eso. Dersu las exponía simplemente por ese hábito inveterado de no descuidar ningún detalle y de considerarlo todo con atención. Si él no se hubiera aplicado desde su infancia a estudiar las pistas, hacía tiempo que se hubiera muerto de hambre. Burlándose levemente de mí, Dersu sacudía la cabeza y me decía:
–Mira, tú eres un verdadero niño; te paseas con la cabeza colgando, sin ver nada, a pesar de tus ojos, y sin comprender las cosas. ¡Están bien los ciudadanos en su ciudad! Allí no tienen ninguna necesidad de cazar el ciervo; si quieren comerlo, lo compran. Pero cuando viven solos en la montaña perecen.
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Enviada por David hace 9 años
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