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Frases célebres y citas de Vladimir Arseniev
Aquí encontrarás una recopilación de las mejores
frases de Vladimir Arseniev
. Frases cortas, frases célebres, citas, fragmentos de libros, mensajes y pensamientos de Vladimir Arseniev.
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Frases de libros de Vladimir Arseniev
Dersu Uazala
en VLADIMIR ARSENIEV
Creí que se equivocaba e hice objeciones.
–¡Pero, mira los pájaros! –exclamó Dersu–. Ya ves que vuelven el pico al viento.
En efecto, una corneja, encaramada sobre un abeto vecino, tenía la cabeza vuelta hacia el nordeste. Para ella, era la posición más ventajosa, ya que el viento venía a deslizarse sobre sus plumas. Si ella le hubiera presentado el flanco o la cola, el viento habría penetrado bajo su plumaje y hubiera helado al pájaro.
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Enviada por David hace 9 años
Dersu Uazala
en VLADIMIR ARSENIEV
En el curso de nuestra cena, arrojé a la hoguera un trozo de esta carne. El gold se dio cuenta y se apresuró a retirarla del fuego y ponerla de lado.
–¿Por qué tiras la carne al fuego? –me preguntó, en tono descontento–. ¿Cómo puede quemársela sin motivo? Nosotros partiremos mañana y otros hombres vendrán aquí y querrán comer. Pero la carne echada al fuego se habrá perdido.
–Pero ¿quién va a venir por aquí? –le pregunté a mi vez.
–¡Bueno, quien sea! –exclamó muy asombrado–. Vendrá una ratita, un tejón, o una corneja; a falta de cornejas, un ratoncillo o, en fin, una hormiga. La taiga pulula de hombres.
Esta vez me di cuenta de que Dersu pensaba no solamente en seres humanos sino también en animales, e incluso en bestezuelas tan diminutas como las hormigas. Amando la taiga y todo lo que la poblaba, cuidaba de ella tanto como podía.
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Enviada por David hace 9 años
Dersu Uazala
en VLADIMIR ARSENIEV
. Dersu se puso a protestar:
–¡Qué gente! –decía con cólera–. Se pasean como títeres, con la cabeza colgando. Tienen ojos y no saben mirar. Cuando vienen a vivir a la montaña, están condenados a perecer.
Lo que le asombraba no era el error cometido por los soldados. Aquello no lo veía tan mal. Pero, ¿cómo podían obstinarse en proseguir sobre un sendero donde no encontraban ya nuestras huellas?
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Enviada por David hace 9 años
Dersu Uazala
en VLADIMIR ARSENIEV
Como le expresé mi temor de que le fuera difícil reencontrarnos, el gold estalló en una sonora carcajada y me tranquilizó en el acto:
–Tú no eres ni un alfiler ni un pájaro; tú no puedes volar. Marchando sobre la tierra y posando en ella tus pies, dejas tus huellas, y yo tengo dos ojos para mirar.
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Enviada por David hace 9 años
Dersu Uazala
en VLADIMIR ARSENIEV
Estas observaciones no las hacía por vanidad, ya que nos conocíamos demasiado íntimamente para eso. Dersu las exponía simplemente por ese hábito inveterado de no descuidar ningún detalle y de considerarlo todo con atención. Si él no se hubiera aplicado desde su infancia a estudiar las pistas, hacía tiempo que se hubiera muerto de hambre. Burlándose levemente de mí, Dersu sacudía la cabeza y me decía:
–Mira, tú eres un verdadero niño; te paseas con la cabeza colgando, sin ver nada, a pesar de tus ojos, y sin comprender las cosas. ¡Están bien los ciudadanos en su ciudad! Allí no tienen ninguna necesidad de cazar el ciervo; si quieren comerlo, lo compran. Pero cuando viven solos en la montaña perecen.
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Enviada por David hace 9 años
Dersu Uazala
en VLADIMIR ARSENIEV
Dersu, levantado antes que los demás, calentó el té. Era el momento en que el sol empezaba a aparecer. Al principio, como un ser viviente, el astro pareció emerger de las aguas, contemplándonos, para destacarse a continuación en el horizonte y ascender lentamente en el cielo.
–¡Qué hermoso! –exclamé.
–Es el hombre principal –respondió el gold, señalando al sol–. Si él pereciese, todo perecería alrededor. –Después de un corto intervalo, prosiguió–: El fuego y el agua son también hombres poderosos. Si ellos desapareciesen, sería el final de todo.
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Enviada por David hace 9 años
Dersu Uazala
en VLADIMIR ARSENIEV
–¡Qué tiempo del diablo! –dije a mi compañero–. No se sabe si se trata de niebla o de lluvia. ¿Qué crees tú, Dersu, esto va a aclararse o va todavía a empeorar?
El gold miró al cielo y los alrededores, pero prosiguió su camino en silencio. Sólo se detuvo un minuto más tarde para decirme:
–Yo pienso esto: las colinas y la selva son como los hombres. Ahora están dispuestas a sudar. ¡Escucha...! Respiran como nosotros...
Tras estas palabras, reemprendió la marcha.
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Enviada por David hace 9 años
Dersu Uazala
en VLADIMIR ARSENIEV
Entonces decidí comprarle el gin-seng y ofrecerle una suma superior a la que le podrían dar los chinos. Le expresé mis intenciones, pero el resultado fue totalmente imprevisto. Dersu hundió su mano en el pecho y me tendió la raíz, diciendo que me la regalaba. Mi rechazo le asombró y le hirió al mismo tiempo. Más tarde supe que era una costumbre del país hacer regalos, y que había que dar las gracias al donante ofreciéndole a su vez algún objeto de un precio equivalente.
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Enviada por David hace 9 años
Dersu Uazala
en VLADIMIR ARSENIEV
Hacia la noche, el cielo se cubrió de nubes. Temí una nueva lluvia, pero el gold afirmó que se trataba de niebla y no de nubes, lo que prometía para el día siguiente un hermoso sol e incluso calor. Seguro de que todas sus predicciones eran bien fundadas, le pregunté sobre el carácter de los índices meteorológicos.
–Yo miro alrededor de mí y percibo que el aire es ligero, que el tiempo no está pesado –dijo, y respiró profundamente, señalando su pecho.
De hecho, él y la naturaleza eran una misma cosa, hasta el punto de que su ser entero experimentaba físicamente todo cambio de tiempo que fuera a sobrevenir; se hubiera dicho que poseía, para este fin, un sexto sentido particular.
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Enviada por David hace 9 años
Dersu Uazala
en VLADIMIR ARSENIEV
Por la noche me desperté y percibí a Dersu sentado delante del fuego, acomodándolo. Por encima de mi capote se encontraba la manta del gold. Así, pues, gracias a él, había podido entrar en calor y dormir. Los cazadores también estaban abrigados en su tienda. Yo le ofrecí a Dersu acostarse en mi lugar, pero él rehusó.
–No, capitán –dijo–. Duerme; yo guardaré el fuego. ¡Ellos son tan malos! –agregó, señalando los leños.
Cuanto más observaba a este hombre, más me gustaba. Cada día descubría en él nuevas cualidades. Antes, yo había pensado siempre que el egoísmo es propio del hombre primitivo, y que los sentimientos de humanidad eran solamente inherentes a los hombres civilizados.
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Enviada por David hace 9 años
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