Los dos éramos, por así decirlo, firmes partidarios del paro cardiaco como causa de muerte. El único inconveniente de una muerte tan repentina, dijo bromeando, es que uno ha de tener sus bienes bajo control en todo momento para estar seguro de no dejar ninguno de sus secretos, por no decir inclinaciones, a la posteridad. Contesté, en el mismo tono de broma, que ese era un pensamiento muy vanidoso.
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Enviada por Rebeca hace 8 años
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