Del montón de ropa sobresalían unas bragas negras retorcidas, posiblemente con las que Brigitte había llegado a la reunión. Bragas que luego se habría puesto Lizzie y que, finalmente, habían acabado rodando por el suelo después de la escena en que Turner Davies grabó a las chicas en el lavabo. Las cogí. Las olisqueé. Por primera vez me tragué el olor de mis amigas. Esnifé el aroma de su yuxtaposición. Me guardé las bragas en el bolsillo del pantalón, sintiendo que esa era una manera de no irme con las manos vacías.
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Enviada por David hace 8 años
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